miércoles, 3 de junio de 2009

... simplemente mar

Algunas veces creo que es persona, no sé si hombre o mujer pero persona al fin. Tiene furia entre sus dedos cuando viene tempestad pero siempre recuerda paz. Escucha paciente y devuelve a cambio tranquilidad. Su presencia inunda cada poro declarando inmensidad y la brisa que pasea sobre su rostro sereno susurra con voz propia los sonidos que alientan a continuar. He sabido, visto y escuchado a propios y extraños insultarle, confesarle, agredirle, orarle, llorarle o abrazarle por igual, en su rivera o sus adentros y tratarle como dios o como amante, padre, madre, amigo o hermano… Da lo mismo el ocaso o el alba, siempre que el sol se acomode en su cabecera el cielo se sonroja, los segundos van más lento, las facciones pierden movimiento, duerme todo lo molesto y da pie a cada latido, al compás de lo emotivo, une lazos distraídos atrapados en su tiempo o, en palabras pocas menos, enamora sin dudar y recuerda que estás vivo… En la orilla se aparecen en cualquier alineación las palmeras, los almendros y otros árboles también que regalan sin reclamo techo, sombra y un buen lecho donde reposar el cuerpo y la mirada, es allí donde su eco completa todo el hechizo y el duelo, la tristeza, el dolor o todo el peso que soporta en vida el alma, se escapan del cuerpo para nunca regresar y te llena con su aroma de cosas frescas y te deja más liviano para que vuelvas al andar…

No hay comentarios:

Publicar un comentario